Dentro de unas semanas hará un año que escribí esto...
No es que tenga que ser de otra forma ni volver a ser la que era... es que siempre he sido así...
Son las diez de la noche y la fina lluvia cae sobre mi cabeza. Es de esas lluvias que si no miras a la luz de las farolas casi ni te das cuenta de que está cayendo, de esa lluvia con la que acabas calada y con los huesos tan entumecidos que al final te sientes pegajosa y sólo consigues deshacerte de esa sensación bajo el agua caliente de la ducha.
Ando a paso ligero. Se me ha hecho tarde y no hay nadie por la calle. No me gusta andar sola a esas horas y, además, tengo la necesidad de llegar ya a casa para refugiarme del duro día que he tenido.
Toc…toc…toc…toc…toc…
Me paro un segundo, un ruido hace que un escalofrío recorra mi espalda. No me giro, no quiero darle importancia a aquel extraño ruido. Si corro un poco más seguro que dejaré de escucharlo, así que acelero un poco más el paso, sintiendo cómo mis pulmones sienten el exceso.
Toc…toc…toc…toc…toc…
Al contrario de lo que pensaba, cuanto más rápido voy más cercano siento ese ruido que consigue que las lágrimas quieran hacer acto de presencia en mis ojos.
Paro.
Me giro.
Nada, no hay nada. No hay nada ni nadie que pueda causar aquel ruido que se ha instalado en mis oídos y que no dejan de golpearme. Comienzo de nuevo a caminar. Intento que la respiración no me queme la garganta ya que sin darme cuenta he estado corriendo.
El frío empieza a cortar, no siento la nariz, ni las manos. Los pies húmedos de haber chafado algún charco que se ha formado por la lluvia que ahora ya no es tan fina y cae con ganas.
Giro la esquina que lleva ya hacia el portal de casa. Suspiro con tranquilidad, un par de pasos más y estaré a salvo de todo.
Toc…toc…toc…toc…toc…
“No me das miedo, pronto conseguiré darte esquinazo!!” digo para mí, infundiéndome el valor que sé que no tengo.
Cinco, cuatro, tres… Ya llego.
Dos, uno… Llego.
Aprieto entre mis dedos la llave para no perderla en el camino de mi bolsillo a la cerradura.
Toc…toc…toc…toc…toc…
Me paro en seco. El sonido está ahí, a mi lado, en frente, detrás, me rodea… está en mí.
Toc…toc…toc…toc…toc…
Miro hacia abajo y sonrío. Acaba de dejar de llover, la llave entra en la cerradura sin problemas, giro y entro en el portal.
Toc…toc…toc…toc…toc…
Cuánto me ha costado saber que eras tú, cuánto me está costando que vuelva a hacerte caso, verdad?